Academia Rada

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01 de Enero de 1970

Un sesgo o prejuicio cognitivo es una interpretación errónea e ilógica de la información disponible.

Os dejamos este interesante artículo sobre los atajos mentales que suelen ayudarnos a pensar más rápido, pero nos perjudican cuando necesitamos pensar más lento.

Pongamos que estás viendo un partido de baloncesto y uno de los jugadores lleva ya tres triples seguidos. Es probable que pienses que está en racha y que puede encestar todos los triples que quiera. Pues no. Estás siendo víctima de un sesgo cognitivo y le estás dando más importancia a tres eventos aislados que a toda la serie de tiros de tres de este jugador.

Un sesgo o prejuicio cognitivo es una interpretación errónea e ilógica de la información disponible, al dar demasiada importancia o demasiada poca a algunos aspectos. Estos errores no son consecuencia de que nuestro cerebro funcione mal. Al contrario: no podemos analizar todos los datos a nuestro alcance por lo que procesamos la información mediante intuición, prueba y error, y otros métodos informales (heurística).

Normalmente (y sobre todo cuando vivíamos en la sabana hace varios miles años y nos estaba persiguiendo un depredador de unos cuatrocientos kilos de peso), estos métodos heurísticos nos ayudan a pensar más rápido y mejor, pero en ocasiones nos llevan a cometer errores. 

SÓLO ESCUCHAMOS LO QUE QUEREMOS ESCUCHAR

Sesgo de confirmación. Aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas mientras que nos mostramos escépticos con las que son contrarias, considerándolas parciales o interesadas. Como explica Michael Shermer en The Believing Brain, reaccionamos de forma emocional a datos conflictivos y después racionalizamos por qué nos gustan o no.

Ilusión de serie o apofenia. A veces vemos patrones donde no los hay. Como explica también Shermer, estamos preparados para interpretar en conjunto hechos que puede parecer que no están relacionados. Si oímos ruido en la maleza, podría ser un depredador. O sólo el viento. Y es mejor equivocarnos con un falso positivo que con un falso negativo, ya que un error podría suponer nuestra muerte por exceso de confianza. El problema es cuando esto nos lleva a ver teorías de la conspiración por todas partes.

La ilusión de grupo, la falacia del apostador y la creencia en rachas deportivas son similares a la apofenia: aunque en una ruleta cada tirada es independiente y el rojo tiene las mismas probabilidades de salir que el negro, tendemos a creer que un suceso es más probable cuando lleva tiempo sin haber ocurrido, o menos porque lleva mucho tiempo ocurriendo.

La correlación ilusoria también es parecida a la apofenia. Es la tendencia a asumir que hay relación entre dos variables aunque no haya datos que lo confirmen, como por ejemplo en el caso de los estereotipos. La falacia post hoc, ergo propter hoc asume que esta relación es causal por el hecho de que una variable suceda detrás de la otra, como si el canto del gallo provocara la salida del sol.  

Efecto Barnum o Forer. Los horóscopos parecen creíbles por su culpa, ya que tendemos a tratar las descripciones vagas y generales como si fueran descripciones específicas y detalladas, cosa que les ocurre especialmente a los géminis, a pesar de ser pensadores independientes y de no aceptar las afirmaciones de los demás sin pruebas.

Heurística de disponibilidad. Tomamos decisiones rápidas sin tener todos los datos, simplificando lo máximo posible los pasos que deberíamos tener en cuenta. Por ejemplo: María tiene 31 años, es soltera, independiente e inteligente. Estudió Filosofía y en la universidad estaba muy interesada por temas de discriminación y de justicia social, participando por ejemplo en manifestaciones en contra de las centrales nucleares. ¿Qué es más probable, que María trabaje en un banco o que María trabaje en un banco y sea participante activa del movimiento feminista? El 89% opina que lo más probable es lo segundo. Y esto no es correcto porque la segunda posibilidad es un subconjunto de la primera.

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